La
novena en honor del Espíritu Santo es la más antigua de todas las novenas ya
que fue la primera novena hecha, bajo el mandato del mismo Señor, cuando les
dijo a sus apóstoles que permanecieran en Jerusalén en espera de la venida del
Espíritu Santo, en el primer Pentecostés.
Es,
aún hoy, la única novena oficialmente prescripta por la Iglesia. Dirigida
a la Tercera Persona
de la Santísima
Trinidad, es una plegaria poderosa para alcanzar la luz, la fortaleza
y el amor de los que cada cristiano es tan necesitado.
Empieza
el viernes de la semana anterior a Pentecostés.
Nuestra
Santísima Madre en Medjugorje nos dijo el 2 de junio de 1984:
“Queridos hijos, deseo decirles en esta tarde que en los días de esta novena
oren para que el Espíritu Santo se derrame sobre todas sus familias y sobre la
parroquia. Oren y ustedes no se arrepentirán. Dios les dará los dones y ustedes
lo glorificarán hasta el fin de sus vidas. Gracias por haber respondido a mi
llamado”.
San
Ambrosio dice:
“Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría
y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de
piedad, espíritu del santo temor, y conserva lo que has recibido. Dios Padre te
ha sellado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como
prenda suya, el Espíritu Santo, como te enseña el Apóstol.”
Tratado sobre los misterios, 29-30
SIETE
VENTAJAS PRECIOSAS PARA EL QUE HA HECHO LA PROMESA DE PROPAGAR LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU
SANTO
1. Se
crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de
la Santísima
Trinidad.
2. Un aumento notable de todas nuestras devociones,
especialmente a la
Sagrada Eucaristía, al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen.
3. Una seguridad de recibir en el alma más inspiraciones del
Espíritu Santo y la fuerza para ponerlas en práctica.
4. Procurar, de una manera excelente, la gloria de Dios, trabajando cada día en
hacer conocer y amar al Santificador de las almas.
5. Trabajar muy especialmente por el advenimiento del Reinado de Dios en el
mundo por la acción del Espíritu vivificante.
6. Ser verdadera y prácticamente Apóstol del Espíritu Santo.
7. Atraer sobre el alma auxilios espirituales del Espíritu Santo; más intima
unión con Dios por medio del Santificador; mayor progreso en la oración mental;
más consuelo, y hasta alegría, en la hora de la muerte después de tan sublime
apostolado.
(El invocar a menudo al Espíritu Santo es prenda segura de acierto y ayuda en
nuestros problemas y necesidades espirituales y temporales.)
NOVENA
“A”
Les
proponemos el siguiente esquema para todos los días:
- Reunidos en un lugar adecuado preparamos un pequeño altar(con un mantel,
velita, si se quiere algunas flores), donde coloquemos la Palabra de Dios, alguna
estampa del Espíritu Santo y la imagen de la Virgen María o una
estampa de ella.
- Luego juntos rezamos la
Oración Inicial.
- A continuación anunciamos la intención del día, el valor a
meditar
- Se proclama un texto bíblico. Canto.
- Reflexionamos, presentamos nuestras peticiones(al final rezamos juntos un
Padrenuestro, Avemaría, Gloria).
- Oración final.
Oración
Inicial
Guía: Ven Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos
el fuego de tú amor. Envía tu Espíritu para darnos nueva vida.
Todos: Y renovarás la faz de la tierra.
Guía: Oración: Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la
luz del Espíritu Santo, has que guiados por este mismo Espíritu gustemos la
dulzura del bien y gocemos siempre de sus divinos consuelos. Te lo pedimos por
Cristo Nuestro Señor. Amén.
ACTO
DE CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
(Se reza diariamente durante la novena)
De
rodillas frente a la gran multitud de testigos celestiales me ofrezco, en alma
y cuerpo, a Ti, Eterno Espíritu de Dios. Adoro la brillantez de tu Pureza, la
inequívoca precisión de tu Justicia, y el poder de tu Amor. Tú eres la Fuerza y la Luz de mi alma. En Ti yo vivo,
me muevo y soy. Deseo no contristarte nunca por la infidelidad a la gracia, y
ruego con todo mi corazón apartarme del mínimo pecado contra Ti.
Misericordiosamente cuida de mi íntimo pensamiento y concédeme que pueda
siempre observar tu Luz, escuchar tu Voz, y seguir las inspiraciones de tu
gracia. Yo me aferro a Ti y me entrego a Ti y te pido, por tu Compasión, que me
cuides en mi debilidad. Sosteniendo los pies traspasados de Jesús y viendo sus
Cinco Llagas, y confiando en su Preciosa Sangre y adorando su Costado y su
Corazón Abierto, te imploro, Adorable Espíritu, Ayuda de mi enfermedad,
mantenme en tu gracia, que nunca peque contra Ti. ¡Dame la gracia, Oh Espíritu
Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, de decirte siempre que sí en todo tiempo
y lugar. “¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!”. Amén.
ORACIÓN
POR LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU SANTO
(Se
reza diariamente durante la novena)
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al
Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y
discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione
en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de
Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y
aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para
iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para
que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el
Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y
sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el
Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y
crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para
que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor
de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en
cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus
verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
PRIMER
DÍA (viernes)
¡Espíritu Santo! ¡Señor de Luz! ¡Danos, desde tu clara altura celestial, tu
puro radiante esplendor!
El
Espíritu Santo
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, sólo una cosa
hay que temer: el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia, debilidad
e indiferencia. El Espíritu Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza y de Amor.
Con sus siete dones ilumina la mente, fortalece la voluntad, e inflama el
corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la salvación debemos invocar al
Divino Espíritu diariamente, porque “el Espíritu viene en ayuda de nuestra
flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rom 8,26).
Oración
Omnipotente y eterno Dios, que has condescendido para regenerarnos con el agua
y el Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados, permite
enviar del cielo sobre nosotros los siete dones de tu Espíritu, el Espíritu de
Sabiduría y de Entendimiento, el Espíritu de Consejo y de Fortaleza, el
Espíritu de Conocimiento y de Piedad, y llénanos con el
Espíritu del Santo Temor. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
SEGUNDO
DÍA
¡Ven, Padre de los pobres. Ven, tesoros que sostienes. Ven, Luz de todo lo que
vive!
El don
del Temor
El don del Santo Temor de Dios nos llena con un soberano respeto por Dios, y
nos hace que a nada temamos más que a ofenderlo por el pecado. Es un temor que
se eleva, no desde el pensamiento del infierno, sino del sentimiento de
reverencia y filial sumisión a nuestro Padre Celestial. Es el temor principio
de sabiduría, que nos aparta de los placeres mundanos que podrían de algún modo
separarnos de Dios. “Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su
presencia se humillan” (Ecl 2,17).
Oración
¡Ven, Oh bendito Espíritu de Santo Temor, penetra en lo más íntimo de mi
corazón, que te tenga, mi Señor y Dios, ante mi rostro para siempre, ayúdame a
huir de todas las cosas que te puedan ofender y hazme merecedor ante los ojos
puros de tu Divina Majestad en el Cielo, donde Tú vives y reinas en unidad de
la siempre Bendita Trinidad, Dios en el mundo que no tiene fin. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
TERCER
DÍA
Tú, de todos los consoladores el mejor, visitando el corazón turbado, da la
gracia de la placentera paz.
El don
de Piedad
El don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios
como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a
las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están envestidos
con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza
visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien
está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como deber
pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.
Oración
Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende
dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio, y
por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima autoridad. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
CUARTO
DÍA
Tú, en la fatiga dulce alivio, refresco placentero en el calor, solaz en medio
de la miseria.
El don
de Fortaleza
Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta
hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad
un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más
arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a
soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida.
“El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).
Oración
Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y
adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame
valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido y
me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien. Amén
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
QUINTO
DÍA
¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro más
íntimo ser!
El don
del Conocimiento
El don del Conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su verdadero
valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la simulación de
las creaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos propósitos como
instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aún en
la adversidad, y nos lleva a glorificarlo en cada circunstancia de la vida.
Guiados por su luz damos prioridad a las cosas que deben tenerla y apreciamos
la amistad de Dios por encima de todo. “El conocimiento es fuente de vida para
aquel que lo posee” (Prov 16,22).
Oración
Ven, Oh Bendito Espíritu de Conocimiento, y concédeme que pueda percibir la voluntad
del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que tenga idea de su
vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia salvación, siempre por encima
de ellas mirándote a Ti y tus premios eternos. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
SEXTO
DÍA
Si tu apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es
bueno se volverá enfermo.
El don
del Entendimiento
El Entendimiento, como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el
significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos,
pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a apetecerlas. Nos permite
penetrar el profundo significado de las verdades reveladas y, a través de ellas,
avivar la novedad de la vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva e
inspira un modo de vida que da elocuente testimonio de la fe que hay en
nosotros. Comenzamos a “caminar dignos de Dios en todas las cosas complaciendo
y creciendo en el conocimiento de Dios”.
Oración
Ven, Oh Espíritu de Entendimiento, e ilumina nuestras mentes, que podamos
conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin podamos
merecer ver la eterna luz en la Luz,
y en la luz de la gloria tener una clara visión de Ti y del Padre y del Hijo.
Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
SÉPTIMO
DÍA
Sana nuestras heridas, renueva nuestra fuerza. En nuestra aridez derrama tu
rocío. Lava las manchas de la culpa.
El don
de Consejo
El don de Consejo dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole juzgar
con prontitud y correctamente qué debe hacer, especialmente en circunstancias
difíciles. El Consejo aplica los principios dados por el Conocimiento y el
Entendimiento a los innumerables casos concretos que confrontamos en el curso
de nuestras diarias obligaciones en tanto padres, docentes, servidores públicos
y ciudadanos cristianos. El Consejo es sentido común sobrenatural, un tesoro
invalorable en el tema de la salvación. “Y por encima de todo esto, suplica al
Altísimo para que enderece tu camino en la verdad” (Ecl 37,15).
Oración
Ven, Oh Espíritu de Consejo, ayúdame y guíame en todos mis caminos para que
siempre haga tu Santa Voluntad. Inclina mi corazón a aquello que es bueno,
apártame de todo lo que es malo y dirígeme por el sendero recto de tus
Mandamientos a la meta de la vida eterna que yo anhelo. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
OCTAVO
DÍA
Dobla la voluntad y el corazón obstinado, funde lo que está helado, calienta lo
que está frío. Guía los pasos que se han desviado!
El don
de Sabiduría
Abarcando a todos los otros dones, como la caridad abraza a todas las otras virtudes,
la Sabiduría
es el más perfecto de los dones. De la Sabiduría está escrito: “todo lo bueno vino a mí
con Ella, y riquezas innumerables me llegaron a través de sus manos”. Es el don
de la Sabiduría
el que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y
promueve la práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la
mente para discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de
la tierra pierden su sabor
, mientras la Cruz
de Cristo produce una divina dulzura, de acuerdo a las palabras del Salvador:
“Toma tu cruz y sígueme, porque mi yugo es dulce y mi carga ligera”.
Oración
Ven, Oh Espíritu de Sabiduría y revela a mi alma los misterios de las cosas
celestiales, su enorme grandeza, poder y belleza. Enséñame a amarlas sobre todo
y por encima de todos los gozos pasajeros y las satisfacciones de la tierra.
Ayúdame a conseguirlas y a poseerlas para siempre. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)
NOVENO
DÍA
Tú, en aquellos que siempre más te confiesan y te adoran, en tus siete dones,
desciende. Dales alivio en la muerte. Dales vida Contigo en las alturas. Dale
los gozos que no tienen fin. Amén.
Los
frutos del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo perfeccionan las virtudes sobrenaturales al
permitirnos practicarlas con mayor docilidad a la divina inspiración. A medida
que crecemos en el conocimiento y en el amor de Dios, bajo la dirección del
Santo Espíritu, nuestro servicio se torna más sincero y generoso y la práctica
de las virtudes más perfecta. Tales actos de virtudes dejan el corazón lleno de
alegría y consolación y son conocidos como frutos del Espíritu Santo. Estos
frutos, a su vez, hacen la práctica de las virtudes más activa y se vuelven un
poderoso incentivo para esfuerzos aún mayores en el servicio de Dios.
Oración
Ven, Oh Divino Espíritu, llena mi corazón con tus frutos celestiales: caridad,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Que nunca
esté yo cansado en el servicio de Dios sino que, por continua y fiel sumisión a
tu inspiración, merezca estar eternamente unido Contigo, en el amor del Padre y
del Hijo. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y
Oración por los siete dones)